Esto son matemáticas.
“Un estudio de la Universidad X afirma que no es necesario ser inteligente para aprender matemáticas [..], científicos que han participado en la investigación afirman que no existe correlación entre la capacidad de abstracción y el disfrute matemático [..], tales resultados ponen en cuestión las matemáticas como reino de los sesudos y, en cierto modo, desacreditan la histórica animadversión social hacía ellas.”
Tal estudio no existe, y lo cierto es que escasean artículos en prensa que visibilizen una matemática inclusiva, para todos, artículos que presenten a las matemáticas y a las personas que practican las matemáticas como lo que son, gente corriente. Son frecuentes en cambio artículos como estos: Matemáticos. Cinco cabezas prodigiosas (EL PAÍS, 13/11/2011), Las matemáticas requieren dedicación y hacer las preguntas adecuadas (ABC, 9/12/2008), On National Test, New York decline math (The New York Times, 1/11/2011) o El tesón de un matemático de éxito (El Mundo, 5/10/2011).
Cada colectivo tiene sus tópicos, a lxs matemáticxs nos toca el de ser inteligentes (también el de rarxs, antisociales y barbudos), obsesos de los números, habitulamente desde temprana edad. Tenemos esa suerte, nadie cuestiona nuestra inteligencia, y así nos va. ¿Cuántas veces habrán felicitado a mis padres por la singular e innata inteligencia de su hijo? Intuyo que muchas. Al principio debería gustarles, como a mí, luego no lo tengo tan claro, ellos saben lo que hay.
Los hechos… soy imberbe, social y repetí un curso antes de la universidad. Y no soy la excepción que confirma la regla, ni el típico que sale del tópico. Soy, simplemente, uno de tantos.
El asunto va más allá de si lxs matemáticxs son inteligentes o no, eso no le importa a nadie —agradezco esta observación a Boris Mir, “los matemáticos os habéis apropiado de la inteligencia” me dijo. Lo que es relevante, y por eso me merece la pena escribir estas líneas, es cuestionar esa idea tan extendida según la cual parece que no es posible gozar de las matemáticas si no se es inteligente.
¿Por qué las matemáticas son más difíciles que la química, la música o darle patadas a un balón? ¿Hay algo de singular en las matemáticas que las haga especialmente complejas? Nada en mi opinión.
Les oí decir a Anton Aubanell y a Montserrat Torra que se enseña matemáticas por dos motivos: (1) por su utilidad en contextos cotidianos, y (2) por su contribución a la construcción de un conjunto de estrategias de razonamiento y de resolución de problemas en un sentido amplio. Cualquiera de estos dos motivos es escalable y refuerza la idea de que no es necesario estudio alguno para demostrar que las matemáticas —como cualquier otra actividad humana— puede gozarse con independencia del intelecto. Por extraño que resulte decir esto, hay disfrute matemático para todos los públicos. De eso, creo, hemos de ocuparnos lxs docentes, y tenemos mucho por hacer, pero sin duda que la prensa podría echar una mano visibilizando perfiles más humanos, más normales, más reales, más, en definitiva, justos.
Promover lo contrario creo que va en detrimento de nuestra sociedad. Mogens Niss, uno de los padres ideológicos del informe PISA, afirmaba que “las matemáticas en la escuela se convierten no sólo en capacidad tecnológica en las fábricas, sinó también en calidad de las democracias”. Sin embargo, lo que está sucediendo ahora es que el anumerismo está más de moda que nunca. Quizá sea un buen momento para darle la vuelta al dicho “el que mucho abarca poco aprieta” y promover “el que poco aprieta mucho abarca”.
Niñxs, familias, periodistas y docentes, les, los y las invito a que abonen la siguiente idea: no existen las matemáticas para listxs, sólo matemáticas para todxs.
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