El título de este post puede sonar ambicioso o rimbombante, pero es tan sólo un guiño a éste otro en Gramática parda, un blog enorme de Aitor Lázpita. En él habla de algo que me interesa enormemente, los cimientos de relación que establecemos con los alumnos, y lo hace desde un punto de vista nuevo para mí, en términos de los discursos de poder y de la gestión que hacemos como docentes.
Afirma Manuel Castells [..] que el poder se ejerce “mediante la coacción (o la posibilidad de ejercerla) y/o mediante la construcción de significado partiendo de los discursos que guían el comportamiento de los actores sociales”.
Y añade,
En la Escuela [..] la coacción y la producción de discursos también conviven.
En esa construcción de significados se atribuye al docente un papel asumido por todos. Explicar, dictar, examinar, corregir, mantener la disciplina, poner notas, mostrar autoridad, son las acciones que la comunidad espera del docente.
Cualquier transformación de este discurso compartido puede hacer que tiemble el suelo debajo de los pies de algunas personas.
Genial.
El post de Aitor zarandea intensamente mi músculo del interés, del mismo modo que lo hizo mi compañero Boris Mir cuando me dijo, sin mayor importancia, con un café entre las manos,
Sergi, esto nuestro no va de tú contra ellos, sino de tú y ellos contra la ignorancia.
De ambos zarandeos surgieron preguntas, algunas de las cuales me han acompañado todo el curso. ¿En qué medida asumo como propio el discurso de quien ejerce el poder? ¿Cómo gestiono en mi aula el poder que me otorga el rol docente? ¿De qué manera contribuyo a que los alumnos no me vean como un enemigo, sino como un aliado? O dicho de otro modo, ¿Qué acciones y dinámicas contribuyen a “menear” la relación de poder en mi aula?
Me interesa era derivada de Castells y Foucault en clave educativa. Mientras los docentes sigamos asumiendo como propio el discurso que propone quien ejerce el poder seguiremos reproduciendo modelos de relación más centrados en el control y la evaluación y menos en la participación, la autonomía, el espíritu crítico y la responsabilidad compartida.
Me interesa indagar cuál es mi postura al respecto, mi postura real, la que emana mi práctica diaria con los alumnos. Encendido por el post de Aitor adquirí un compromiso con él y con @filmatu. Así pues, he pospuesto mi auto-formación de verano y llevo días pensando qué acciones y dinámicas de mi aula contribuyen a, jugando con las palabras de Aitor, menear los cimientos de mi aula.
Tengo claro que me interesa dar ejemplos concretos más que clasificar o agrupar, pero aun así el post se me ha escapado de las manos. Los ejemplos han cobrado viva propia y el post se ha convertido en una familia de posts. Dicho lo cual, en adelante iré publicando pequeños posts que tendrán sentido por si mismos y que a su vez conformaran una serie más o menos coherente.
Para nada se trata de una serie que represente exhaustivamente mi práctica habitual, y en ningún caso son ideas consolidadas o contrastadas, simplemente son fotografías de mi aula que me gustaría compartir. Todas ellas tienen como denominador común la mirada puesta en la gestión del poder y en la relación con los alumnos que creo que propone esa gestión.
Avanzo esta (espero que) sugerente lista de títulos:
– [Intro] Menear los cimientos de mi aula
– Sergi, ¿podemos escoger con quien nos sentamos?
– El alumno es culpable a menos que se demuestre lo contrario
– Sergi, ¿y esto para qué me servirá?
– Sergi, ¿si sé que estará mal para qué responder?
– Sergi, ¿¡pero esto se puede hacer!?
– Esto no tienen nada que ver conmigo
– Sergi, ¿esto cuenta para la nota?
– Aprender haciendo
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